sábado, 11 de octubre de 2008

CURSO ON-LINE DE FILOSOFÍA PARA NECIOS: TEMA IV

TEMA IV. BE FOREVER
(eternízate)

(Padre Eterno, 1731-40; Francisco de Zurbarán).

No nena, este post no legitima frente a los familiares tu “derecho” a envejecer en la toillete, ni aboga porque tu novio se agite y esmere hasta que se le duerma la lengua y acalambren los párpados, va muy en otra dirección.

Puede ser que les suene un tal Bioy Casares, conociéndolos, capaz que no ni, por lo tanto (o por lo tontos), “la Invención de Muriel”. A grandes rasgos, el relato trata sobre un tal Muriel que inventa un artefacto capaz de “recrear” (de crear de nuevo, no de hacerlo pasar pipa) personas, ¿cómo?, reproduciendo sus manifestaciones sensibles: aspecto, olor… obteniendo como resultado un clon imperecedero del original (sí, un poco zarpado el amigo Bioy, pero qué esperaban de un relato de ficción).

Lo que me interesa ahora reseñar son las implicaciones de dicho clon: una suerte de pervivencia estética del sujeto que de esta forma alcanzaría la inmortalidad para los demás pero no para sí mismo, como ser sentido, mas nunca sensible. Existencia absurda, equiparable a la no-existencia que ejercemos cuando otro nos da protagonismo dentro de algún relato o anécdota de la que, en honor a la verdad, nunca fuimos partícipes ("¿te acuerdas de aquella vez en casa de Merche...?", y no te acuerdas porque no estabas en casa de Merche).

Se plantea en el texto de Casares, o yo creo recordar que se plantea, o me planteé yo, o quizá sólo recién caigo en la cuenta de ello, si la suma de estas manifestaciones pudiera dar lugar a la existencia “verdadera”.

A falta de un Descartes olfativo (huelo, luego existo y, más allá, cabría pensar en tomar una ducha), dejemos esta cuestión en suspenso y, no contentos con eso, planteemos otras nuevas, sólo por armar barullo.

Luego de llegar virgen a los 30, fallecer (estirar la pata) es a lo que más tememos (incluso más que a la reprimenda materna o el consejo paterno). Cuán desmesurado no será nuestro escepticismo que llevados de él optamos, frente al riesgo de morir sin más y del todo, por la inacción, que no es parálisis causada por terror alguno (ésa, de acometernos, sobreviene en el momento último, si se da en circunstancias trágicas).

Yo, que soy como todos vosotros, postmoderno (últimamente he oído hablar del hombre transpostmoderno, ¡cualquiera!, que se hace presente al ser invocado tres veces frente al espejo), padezco del mismo escepticismo, no obstante, he hallado el modo de hacerlo compatible con mi proyecto de inmortalidad.

Formas de eternizarse que no precisan fe, o precisan muy poca:

1. Inmortalidad biológica:
Que se alcanza mediante la procreación. Habiendo mayores posibilidades de éxito cuanto más y mejor se procrea. Consistiría, básicamente, en procrear: fuera o dentro del matrimonio, fuera o dentro del continente, con personas de la misma o distinta raza… Con congéneres (léase, personas del mismo género) y seres de otra especie está demostrado CIEN-TÍ-FI-CA-MEN-TE que no resulta, eso sí, sólo en sentido biológico. De cualquier manera, dado que todo ayuntamiento conlleva cierto grado de trascendencia pues significa unión, lo Uno, lo Divino… (Plotino, ¿recuerdan?)... ¡prueben!

2. Inmortalidad por repercusión:
Y encontramos mil y una formas de repercutir. Así, siendo cristianos practicantes, si alcanzamos el gobierno del país, disputamos una partida al GO con el Dalai Lama donde, fruto de alguna jugada, surge el conflicto que nos llevará, como medida de represalia, a “volar” la cordillera del Himalaya, accedemos a la inmortalidad por repercusión social, debido al genocidio; deportiva, por el encuentro de GO disputado con, nada menos, el Dalai; política, por el conflicto internacional; religiosa, por el sacrilegio que comporta “volar” el Tibet, Lama inclusive y puede que artística, si inmortalizamos en una secuencia de imágenes fotográficas en sepia el momento en el que la cordillera se va a la mierrrrrda.

3. Inmortalidad espiritual:
Inaccesible por nuestro obcecado escepticismo pero siempre posible, en espera de que veamos la luz.

4. Inmortalidad sensible:
Haciendo, como en el relato, que nuestras manifestaciones sensibles sean, a su vez, eternas. Conservando nuestro aspecto en imágenes de video, la remera con que jugamos la final del torneo de barrio (olor), nuestra voz en alguna grabación…

5. Inmortalidad física:
Exhalado el último aliento, ordenando que conserven nuestro cuerpo incorrupto en alcohol.

Pd. Harina de otro costal, y reflexión que se escapa a las pretensiones de este post, es dilucidar si un ser capaz de semejantes atrocidades merece apenas un segundo más de vida.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

bardallo,
este si me gusto, podrias hacerle un tema V prometo leerlo
abrazo cassandra

Sr. Bardallo dijo...

Yo no pido a nadie que prometa leerme, ni doy las gracias cuando me leen.

Escribo, exactamente igual que usted me lee, cuando me apetece.

Y si, de alguna forma, hacerlo (leer lo que escribo, se entiende) le divierte/entretiene/relaja... me alegro enormemente porque me consta que la felicidad es contagiosa y crece exponencialmente.

Saludos.

Anónimo dijo...

Tengo la necesidad de estar viva para, cuando esté muerta, servir de poesía a los inútiles que poblarán los siglos futuros. Estos inútiles me adularán y me creerán cuando les digo que todo el mundo es imbécil, pero siempre pensarán que lo de inútiles no iba por ellos. Crearán una religión en torno a mí: “No, Federico, no somos apóstoles” Pero, ajá, yo sé que sí que lo sois. Y como sé eso os diré: verdaderamente no quiero apóstoles, porque eso significaría la devaluación de mi pensamiento, que siempre tuvo la ambición (aunque no lo consiguió, por el sentimiento constante de público) de ser REALMENTE marginal. Pero es que la gente, en el fondo, adora lo marginal.

Anónimo dijo...

Salero, lo que yo tengo.
En mis entrañas
Xibeca
Y más cosas (sin ánimo para enumerar)

peludo de regalo dijo...

A vos no te parece que cualquier intención de perdurar más allá de la muerte y más para un agnóstico, no es al más reverendo pedo?
Che y además, no nos metas a todos los lectores en la misma bolsa ("a nosotros que nos aterra fallecer" aunque no es literal da la idea) a mi no me juntes con ese tipo de personajes! A mi no!!!

Sr. Bardallo dijo...

a Gemmmmma: No sé, tal vez sí. Quizá no, pero puede que sí. "Que sí qué?" Em... no sé, eso que vos decís.

a..."pe lo tu do de re ga lo": Fundamental esto, sé quién sos, sé dónde encontrarte y sé qué no hacer para que sufras (es decir, qué hacer para que no seas feliz). Por otro lado, a ver si practicamos una lectura mí-ni-ma-men-te comprensiva, yo dije perdurar "más acá de la muerte", no más allá. Si la muerte esta "allí", quedarse uno de este lado, del lado de los vivos (por llamarlo de alguna forma).

Anónimo dijo...

Uff! Está irritado Sr. Bardero? Dejemé decirle que lo entiendo, me pasó una vez jugando al fútbol un día de lluvia, fue horribe... pero che! no se la agarre conmigo, yo no lo insulté aquella vez. En fin, igual eso de permanecer más acá, sigue siendo para mi, paaaaaaara miiiii, una huevada! Y ya me conoce ud., muy bien sabe que soy feliz. Sin embargo, un tipo, a veces simpático, decía que lo interesante sería que nos amenacen con la inmortalidad, eso sí hombre que es escalofriante!!! imaginesé.
Peludo de regalo
(o que le nieguen a uno la identidad por poner otro ejemplo, pero de éste ya hicieron una peli)

Sr. Bardallo dijo...

Se esperaba más de su ingenio y su inhibición, sr. Peludo. "Bardero", bueno, está bien, pero no es una cosa que digas...

Además, creo que ya lo utilizaron antes.

Tampoco quiero entrar en abierto conflicto con usté. Ya sabe dónde y cómo prefiero yo resolver nuestras disputas.