sábado, 27 de septiembre de 2008

El SINCERO


(Tiresias aparece ante Odiseo durante el sacrificio, 1780-85; Heinrich Füssli)


Uh, ah, oh, gr…

Vale que seas cleptómano, neurasténico, ciclotímico, hipocondríaco, neurótico, esquizofrénico, pedófilo, coprófago… y otras cosas no esdrújulas como adorador del vellocino de oro, broker, militante político, lacto-ovo-vegetariano e incluso madridista, porque yo, de mejor o peor talante, a todos invito a mi presencia, lo que no me banco, mirusté, es a un “tipo sincero”.

Aunque hasta la fecha pasó por ser una figura ineludible, si bien que fastidiosa, de todo círculo de amigos, pudieran haberse hallado indicios de que existe una verdadera patología de la sinceridad. Los estudiosos más zarpados lo han denominado “mal de la honestidad exacerbada” y otros, queriéndoselas dar de muy puestos en los clásicos, “síndrome de Tiresias, el viejo”. Socialmente es un personaje reconocible no por su apariencia, si no por producir en los demás una ligera repulsión, que no llega al asco, y que se deriva de cierto complejo de culpa que promueve en los otros.

Fundamentalmente, lo que diferencia a una persona honesta, cabalmente entendida, de un afectado por el síndrome de Tiresias, el viejo, son dos aspectos: 1. la necesidad de este último de (llegando a obsesión por) decir, en todo momento, sin sopesar pros y contras, e independientemente de que se le haya inquirido previamente o no, la Verdad, toda la Verdad y algo más que la Verdad y 2. más grave si cupiera, la incapacidad por deslindar su verdad, limitada, humana y falible de la Verdad absoluta, cósmica o divina.

En los casos más acusados del Síndrome de Tiresias, el viejo, el Sincero muestra una fuerte tendencia a considerar una sentencia tanto más cierta cuanto más hiriente, cargante, chocante, hinchante de pelotas, rompiente de huevos… resulta para el oyente individual o la concurrencia.

Según parece, el “mal de la honestidad exacerbada” tiene su origen en un trastorno de la personalidad o enajenación identitaria que conduce al paciente a concebirse a sí mismo y por momentos como un ser omnisciente, un profeta, un escrutador de designios divinos, de recónditos sentires humanos o, en el mejor de los casos, un artista clarividente del verbo y la palabra.

El afectado, además, como si de arrebatos o posesiones se tratase, puede presentar “picos” o “depresiones” de este mal. Generalmente, y así ha sido refrendado por estudios estadísticos, los brotes más virulentos surgen en momentos de tensión en los que, frente a un público expectante, se plantea algún conflicto dialéctico. El Sincero permanecerá callado y, aparentemente, atento a la exposición de los argumentos de su contrincante, manifestando todos o algunos de los siguientes síntomas:

a) Sonrojo repentino por pigmentación carmesí localizado en la parte del rostro que comúnmente se denomina cachetes, mofletes o mejillas.

b) Ticks casi imperceptibles en párpados y/o labios.

c) Ligero fruncimiento de cejas con aparición de arruguitas que no presagian nada, pero nada, bueno en la frente.

d) Agitación, con ritmo uniformemente acelerado, de alguna extremidad. Donde se incluye elevación de la frecuencia del abanicado, del clic-clac de una birome al abrirse-cerrarse o el golpeteo de la suela del zapato contra el piso.

e) Como manifestación audible pueden aparecer rechinar dientes, respiración agitada o gritito de baja intensidad y elevada frecuencia tipo “iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”.

La incontinencia, por exposición prolongada de su espíritu a una Verdad de la que aún no puede hacer partícipe al público, llega a causarle mareos y pérdida de conciencia. Si, finalmente, tiene la oportunidad de darla a conocer, ésta irá precedida de alguno de los giros siguientes:

a) “Ok, pero si quieres que te diga la verdad…”
b) “Todo lo que dices puede ser, pero lo cierto del asunto…”
c) “Dejate de joder con eso que yo sé muy bien…”

Claro que, cuando verdaderamente el Sincero se dispone a compartir con el universo ignorante y bárbaro un pensamiento de ascensión celeste, tan tan tan Cierto como Incómodo, entonces lo anticipará de esta forma: “Yo sé que esto te va a doler pero…”.

Nietzsche (cuando no), pionero siempre en advertir riesgos de la postmodernidad, ya alertaba en “Más allá del bien y del mal” sobre los mil y un inconvenientes que acarreaba para el ser humano la búsqueda inquebrantable, pertinaz (y contumaz) de la Verdad. Lo que no llegó a prever, porque en el fondo era un optimista sifilítico (lo de sifilítico no viene al caso, pero es por darles comidilla), fue el surgimiento de un Infra-hombre-dotado-de-la-facultad-de-establecer-verdades-jodidas-a-priori. Este ser, sumo conocedor de “las cosas como son (y no de otra manera)”, constantemente nos hostiga con su espada flamígera de la sinceridad, con ella nos sitia y nos corre del paraíso, confortable y cotidiano, de las cosas como parecen, o como queremos creer que son, que tanto trabajo nos ha costado edificar. Tratémoslo de “enfermo”, démosle el trato que reservamos al sobrinito cargante y, sobre todo, nunca permitamos que ponga en duda ni cuestione verdades tan útiles como “la culpa de todo es del capitalismo” o “no seré guapo, pero soy atractivo”.

Pd. Si quieren que les diga la verdad… esperen sentados.

Más sobre Tiresias: http://es.wikipedia.org/wiki/Tiresias

4 comentarios:

Anónimo dijo...

También puede ser Uno una mezcla de todas esas cosas y estar formado por Partes. Así, podríamos pegfectamente encontrarnos con alguien cleptómano, neurasténico, ciclotímico, hipocondríaco, neurótico, esquizofrénico, pedófilo, coprófago y encima, sincero.

Piaconecta dijo...

A la luz del ya avanzado advenimiento de los conceptos sobre inteligencia emocional y asertividad, en suma con largas reflexiones filosóficas acerca de la Verdad y la Ética, creo que -con buen grado de sentido común y el siempre bien invocado sentido del humor- estamos a un tris de la superación de tal ineptitud. A fin de ser sin-cera, yo uso hisopos de doble cotonete para el aseo interno y cuidado de mis pabellones.

corvinator dijo...

OK, pero si quieres que te diga la verdad, yo pienso sinceramente que toda esta perorata es para dotarte de argumentos que te autoricen a ser cínico y mentirosillo.

Anónimo dijo...

Por alusiones abusivas me veo en la obligación de intervenir.

-"Puesto a ser Sincero", Gemmmma, la honestidad casa mal con otras inclinaciones "socialmente inaceptadas", tales como la coprofagia. Lo que hace incompatible ambas con el desarrollo de una vida "como Dios manda".

-"Lo cierto es...", Pianco, Pinaco..., grrr, que si no llega a ser por el "guionsito" aún seguiría aquí inexplicándome el final de su intervención.

-"Usté me va a perdonar que no le mienta...", Corvinatorrrr, pero... de casta le viene al galgo, ya sabe lo que le digo.

Firmado: EL SINCERO.