martes, 26 de octubre de 2010

PRIMERA APROXIMACIÓN A LA ASIGNATURA.


LA MARGINACIÓN DE LA FILOSOFÍA POR LA FILOSOFÍA.
Por estos derroteros cuesta creer que la filosofía salga de los libros y las aulas (de filosofía) y (re)tome las calles por las que un día transito con paso resuelto y semblante altivo, sabiéndose centro de las miradas y objeto de envidias.
Acusan la disciplina, la carrera (el grado) y la asignatura el mismo mal: cierta tendencia a la exclusión, producto de discurrir según un movimiento centrípeto uniformemente acelerado que amenaza derivar en su total oclusión. Así las cosas, difícilmente la filosofía se puede transcender a sí misma, cuando apetece pensar que tendría que ser este su fin (inclusivo) y no otro. Y si no trasciende, en menor medida transgrede de manera significativa. Se ovilla en torno a asuntos de poca monta, en un afán por devanarse sin más.
Diríase incluso que la especulación se deleita en su autismo (entonces retórico). Pareciera encontrar regocijo en deslindar lo profano de lo sagrado, erigiendo contundentes e insondables márgenes que luego estrecha, reduciendo su espacio de movimiento y su radio de acción e influencia.
En cuanto al fondo, en cuanto a la forma… la compleja codificación contrasta con la inanidad del mensaje. El propio medio de expresión-divulgación, incluso empleado para referirse a asuntos por demás prosaicos, resulta críptico para legos y no tan legos en la materia. Sin duda, una pésima estrategia de marketing. De suerte que el desinterés del ciudadano hacia la filosofía es equiparable al que muestra la propia filosofía, ya sea por las cuestiones que ocupan y preocupan al ciudadano, ya sea por hacerse accesible y/o asequible.
“Últimas tendencias…” pudo ser un puente que contribuyera a salvar esa distancia creciente. Tras un somero vistazo al temario y los ejercicios propuestos… temo que, muy al contrario, ahonda la marginación a la que se condenan sociedad y filosofía recíprocamente.
En este sentido, dudo que la obra de Richard Serra pueda considerarse precursora, emblemática o ejemplificativa de una verdadera Tendencia, con mayúsculas. Quizá sí sea paradigma de una ligera ‘inclinación’. Puede ser una muestra válida de lo que más arriba se apuntó, y de cómo también el arte, o determinadas formas y corrientes artísticas, trabajan y evolucionan al margen, o a despecho, de la sociedad que los acoge.

TRES HITOS ARTÍSTICOS.
1.981, si en Berlín los transeúntes sorteaban con indulgencia o fastidio la obra de Serra, y cabe pensar que con perplejidad mayoritaria, Los Rolling Stones organizaban una gira ofreciendo macroconciertos que arrojaron cifras récord de público asistente. Espectáculos con una costosa y controvertida puesta en escena que aunaban, en un arte-total-parcial, música, dramaturgia y escenografía cuidadas. Un año memorable para una banda de músicos (alguno virtuoso, como Keith Richards, considerado dentro de las 100 mejores guitarras de la historia por la RollingStone) experimental que inició su andadura dos décadas antes sirviendo de impulso al rock (algo más que un género musical) tal y como lo conocemos hoy y que, tres décadas después de aquella gira, siguen diabólicamente vigentes. Auténticos apóstoles de un ‘estilo’, en el más amplio sentido de la palabra, ya que no sólo promovieron una estética (como moda), propugnaron una forma de vida o, al menos, una actitud vital.
Sin ser una producción artística, tanta o más enjundia tiene, a nivel local, el paso de Warhol por Madrid en 1.983. La Movida madrileña lo acogió como a un profeta y lo arrastró por todo tipo de fiestas y saraos celebrados en su honor. Warhol “paseó su mutismo” por todos ellos y de alguno se fue sin preaviso y sin mediar palabra. Debió sentirse trasladado en el tiempo, veinte años atrás, hacia un pasado caricaturizado, rodeado de imitadores trasnochados de David Bowie, de The Velvet Underground o Roxy. Imagino que se dijo mil veces para sí “esto ya se  hizo… y mejor”. Con un poco de suerte no se habrá cruzado a Ramoncín. Algo nos legó su visita: artistas que luego desarrollaron una dilatada carrera (Almodóvar, Alaska…) se sintieron ungidos por su sola presencia, y quién sabe si no les sirvió de impulso.
Durante la década de los ochenta se dan los primeros pasos hacia lo que se ha convertido actualmente en la principal fuente de negocio relacionado con el ocio, y muy vinculado a su vez a la cultura y el arte, a saber, la industria del videojuego. En Estados Unidos y Japón nacen las primeras empresas que desarrollan las plataformas. Sólo un enfoque obstinadamente conservador puede obviar la flagrante contundencia de los hechos: hoy en día, este ‘producto’ de entretenimiento aglutina a los más destacados artistas de las más diversas disciplinas en torno a los medios de expresión más sofisticados. Si hemos sembrado la incertidumbre, aceptando que todo puede ser arte (y luego veremos por qué), coherente sería conceder que podemos estar ante la mayor aproximación al utópico arte-total, donde además, se busca y se precisa la simpatía del público-cliente como elemento ineludible e integrante de la obra, al que se le respeta el derecho de interpretarla y se le concede la capacidad de intervenir y condicionar su posterior desarrollo.
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Se intuye, o se palpa, un gran escepticismo, una profunda desconfianza hacia el criterio del público. La aquiescencia masiva, lejos de probar la valía del autor y su obra, pareciera que los estigmatiza. Es un más allá del esnobismo que linda con paranoia. La situación deriva en que el arte que se tiene por tal será siempre marginal, y lo que goce de aceptación será arte… entre comillas. Huele a academicismo oficioso.
Hay mucho de inconsistente y fatuo en "Tattoo You" (álbum de estudio publicado en 1981). Existe la intención explícita, y en este sentido honesta, de llamar la atención sobre la posterior gira, el innegable y legítimo interés de vender un producto. Pero también hay un proyecto ambicioso, siempre atrevido, que no se reconoce sin la participación e implicación del público, mucho menos al margen de su comprensión y complicidad. Hay algo sólido, pues perdura, hay algo vivo que se siente latir, algo que trasciende más allá del género, más allá de sus autores y de su tiempo. Hay una convocatoria a participar, no la imposición por vía de hechos consumados y tabiques esculpidos de irrumpir, tan poco democráticamente, sobre los usos, costumbres e itinerarios del ciudadano.
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Dicho lo cuál, acepto el reto académico que propone la asignatura: conocer, valorar y apreciar obras y tendencias artísticas… puristas (se me ocurre decir), introspectivas en tanto que se generan por y para sí. Alejadas, en cualquier caso, de la masa.

Desearía también que la filosofía (y los filósofos), en sus medios y en sus fines,  así como su docencia (y los docentes), aceptasen el reto, concebido tan siquiera como posibilidad, de aproximarse a la realidad: cultural, social, política, artística… Imagino una filosofía del fútbol, de los toros, de la salsa rosa… Una voz con autoridad que ciñese este relativismo libertino que anda campando a sus anchas por sobre todas y cada una de las cosas, mientras los que piensan prefieren pensar “qué es pensar”.

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