martes, 14 de abril de 2009

POSTAL PORTEÑA: LEAVING MARRAKECH

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o… “¿QUÉ HACE UN TIPO COMO YO EN UN SITIO COMO ÉSTE?”

Pd. (“¿posdata antes del escrito?, ¡cómo puede ser!”, pues ya ves) la postal, contrariamente a lo que ocurre con otros textos, va siendo tanto más jocosa a medida que se aproxima su final.

Pd2. (“¿otra posdata antes del texto?, ¡esto es de locos!, ¡Penitenciate!, ¡hereticus!”, tampoco es para ponerse así) ¿Verdad o vil estratagema para que los débiles de espíritu la terminen? Ah, ah, ah… “chi lo sa”.

Congratúlense mis lectores, tomen las calles, y monte tumulto toda la caterva de aficionados, seguidores, blojadictos, simpatizantes y feligreses, a los que tengo a bien llamar “mis webos” porque hoy sí (sabemos que ayer no, dudamos de que mañana, pero hoy, definitivamente sí) se me da la regalada gana de compartir, siendo yo, la verdad sea dicha, de compartir poco o nada, lo que contarse pudiera de mi última escapada, en esta ocasión, a tierra de infieles (infieles a Cristo y al jabón).

Huellas he dejado a mi paso imborrables y documentos gráficos hay tan contundentes como irrebatibles para certificar que, a despecho de mi naturaleza sedentaria, de la absoluta atracción que siento por los placeres pasivos y de mi repulsión patológica por todo lo que pudiera, por remotamente que fuese, implicar daños, lesiones o simples molestias a mi organismo, acabo por dar con mis huesos en los sitios más inhóspitos del planeta. Y la escalada (que más bien es descenso por un helicoide dantesco) de peligrosidad en mis destinos llega a tal punto que no puedo afirmar con la rotundidad que quisiera que del próximo vuelva sano y salvo, ni tan siquiera entero. ¿Por qué dada mi hipersensibilidad a los displaceres a veces véome tal cuál me veo? Por amor, señores, por amor… por no quererme bastante.

Dicho todo esto… ¿estuvieron por Marrakech?, ¿no? Entonces aún pueden escarmentar en lomo ajeno y mi viaje no habrá sido en vano ¡No vayan!

“Verás, yo es que tengo un primo que vive…” ¡No!

“Resulta que fui al programa ese de la TV y me gané un viaje…” ¡No!

“Pero es que a mí me han dicho que el aceite de argán…”

¡Mira, haz lo que se te cante! Pero yo te advierto, cuando Dios barrió su creación, al sexto día, justo antes de irse de farra con sus colegas que hacía ya una eternidad que lo esperaban… apurado de tiempo y no sabiendo qué hacer con tanta basura, apelando a su impunidad divina se dijo “ya fue, lo dejo ahí nomás”. Y “ahí nomás” luego se llamó Marruecos (en castellano antiguo), o Marrakech, para anglosajones y francófonos (que no son aquellos que hablan con franqueza, no), o AAAAAAAAjaimmmmAAAAAA”, para los nativos.

Y algunos, los más desavisados, los que tengan la noción de Marruecos como un vergel, Jauja a una hora de vuelo, preguntarán “¿pero tan feo te pareció Marrakech?” Pues… como para querer vaciarme las cuencas. “¿Tan maloliente era?” Como para pensar seriamente en amputarme la nariz.

El turista profesional, que hoy está en la fiesta de la cerveza en Berlín, mañana en la fiesta del chocolate en algún pueblo de Suiza, pasado en los Sanfermines y, Dios quiera que, al otro en la UVI. Ese espécimen, culo de mal asiento, voraz registrador de cuanto es visible, omnívoro sin paladar que todo lo deglute, Argos incapaz de fijar su vista en el detalle, con su sentido lúdico y miope de lo recorrido de Marruecos dirá “muy lindo todo”, con la misma desinteresada jovialidad con que diría “muy lindo todo” frente a una pelea de gallos en México D.F. o unas jovencísimas prostitutas en Manila.

Pero seamos serios, sensibles y críticos. Las calles en Marruecos huelen, en la práctica totalidad de su longitud, a gallináceas, esto es, caca de gallina, cuando no a meado de gato. Eso sí, matizado aquí y allá el desagradable hedor por una orgía de aromas proveniente de la inusitada concentración de especias (condimentos y otras yerbas) aglutinada en alguna tienducha. Sobre la superficie monocromática del saco de arpillera no faltará, para dar una nota de color, algún pajarillo que por allí campe a sus anchas ya picoteando el grano ya defecando sobre él (de ese modo en que excretan las aves de escaso porte, ya saben, con resultado incierto). Aún habría que añadir dos sensaciones olfativas más que jalonan el panorama, instantáneas y efímeras vaharadas de sudor (según se acerquen a nosotros los propietarios de esos mismos puestos), y un profundo olor a aliño, a adobo, para ser más exacto, que nos atrae en una primera instancia pues que quizá hace ya horas que andamos a paso rápido, casi marcial, para no ser constantemente mendigados a lo largo de callejas y callejas tapizadas de tienditas que venden invariablemente las mismas fruslerías (que Nadita observa siempre como si fueran lo primero que ven sus ojos), fabricadas en China (con suerte en Taiwan) por un servo-brazo-mecánico-humanamente-asistido. Por un momento la necesidad de alimentarnos ha cegado nuestro sentido común, pero si le dejamos tomar de nuevo el mando sabiamente nos aconseja que hagamos un último esfuerzo por llegar al hotel antes de intentar ingerir unos boquerones adobados que… si bien nos recuerdan nuestra cercana pero nunca tan extrañada patria (España) sabemos, o deducimos con tremenda certidumbre, son la efigie embalsamada de la momia de algo que, en su día, quizá fue un atún disecado, cuyo volumen ha menguado producto de los distintos procesos precisos (prrr) para su conservación, a los que se vio sometido durante… resultaría enojoso calcular cuánto tiempo.

“¡Ah!, ¿y el tiempo?” ¿El tiempo? Media hora… es demasiado.

“Al clima, me refiero”. Ah, el clima…

Soy de la opinión de que hoy se le dice “un coche”, “un hombre” y “un clima” a cualquier cosa. Porque, ya me dirán, qué clima es ese en que, no habiendo llegado aún la primavera, a las 11 de la mañana hace un calor de mil demonios que te obliga a tirar de gafas de sol y te hace sentir a cada nuevo paso un poco más deshidratado, como una babosa bípeda (bbb) a la que aproximásemos una bombilla de 10∆00∑34∂56◊78Ω™00 W. y fuera dejándose la vida (el líquido elemento) en el camino. Eso no es un clima, eso es una “jugarreta atmosférica”. Y si aún no lo parece, adquiere todas las trazas de ello cuando a las 8 de la tarde, sin más ni más, se larga a llover torrencialmente. Dentro de un país tan lúgubre, en una ciudad tan insegura, sólo puedes contar con una certeza, a las 8 llueve te pongas como te pongas. Y claro, a uno que anda por la plaza Jamal Fna, en camiseta de manga corta y gafas de sol, cuando de repente el cielo se cierra, se licua y se cae, con el consiguiente descenso de las temperaturas… allí, entre las aguas, se le pone cara de lo que verdaderamente es, un guiri estúpido pescando (pescando… una buena gripe, se entiende).

“¿Y las mujeres?” Al principio es fácil tomarlas por buzones de correo, de cubiertas que van entre la túnica y el burka. E incluso cuando aprendemos a reconocerlas (los buzones de corre no se mueven) es difícil hallarlas (ni yo lo pretendo, Nadita) pues frecuentan poco el espacio público, reservado principalmente al ocio de los varones.

Afortunadamente, en el hotel, el canal internacional presta atención a los españoles que añoran su tierra emitiendo una programación preñada de todo lo más casposo y rancio, de todo lo que, en definitiva, puede disuadir en el exiliado la idea del regreso prematuro.

GUÍA DE ACTIVIDADES Y LUGARES DE (SUPUESTO) INTERÉS.

Los zocos: Huy sí, pégate desde el medio día hasta la caída de la tarde, inmerso en “fragancias” demasiado exuberantes para tu sensibilidad occidental y envuelto en una película parte sudor propio, parte humedad ambiente, parte polvo del camino, mientras pretendes obtener no sé qué baratija a un precio razonable sabiendo, no obstante, que en el mejor de los casos te la llevarás por varias veces su valor después de un tira y afloja demencial que amenaza hacerse eterno con un aborigen, todo arrugas, de edad indeterminada e indefinible que chapurrea en tres idiomas simultáneamente y tiene una pasmosa facilidad para pasar de dinares a libras, de libras a dólares y de dólares a euros de forma que siempre sale ganando en el cambio.



Los que encantan serpientes en Jamal Fna: Son Cobras Reales, lo certifico porque yo de ofidios sé bastante. Que me aproximé lo suficiente como para verificar el perfecto estado de sus colmillos, no. Que, aún en posesión de sus colmillos, por algún arte no muy sofisticado se les ha extraído previamente el veneno… a ello apostaría mi primogenitura. Donde puedo decir sin jactancia “meneo con más sensualidad las caderas yo cuando me la escurro (con perdón) que todas esas bailarinas mientras ejecutan (entiéndase “ejecutar” en sentido de “matar”, “asesinar”) la danza del vientre”, donde aún no han asimilado las sencillísimas normas de tráfico, donde, por lo visto, para ser barrendero se requieren años de aprendizaje… no me vengan a decir que saben encantar serpientes tocando la flauta con un agujero solo. O vénganmelo a decir que yo les reiré la gracia a mandíbula batiente.


Los que gritan “aaaaaammmmaaaaaaaammmmmiiiiiaaaaa” desde la torre: Ya sé que se denominan __________ (completar tras mirar en Google) y que no “gritan” si no “llaman a la oración” desde lo que, también sé, no es una torre si no una _________ (completar tras mirar en Google). No importa, es igualmente excitante merodear en torno a un sitio (“mezquita”, no consultar en Google) al que te tienen vedada la entrada mientras por los altavoces, quizá con sonidos que están más allá de tu comprensión pero que, igualmente, dado el contexto intuyes, alguien hace proselitismo de un culto que contempla la “ablación”, la “lapidación” y otras prácticas acabadas en “ción” que, de ser seguidas a raja tabla, salvan a los adeptos de la “condenación”.



Ir donde el rey Mohamed, sacar fotos y jugar al corre que te pillo: Sin duda, de la infinita variedad de diversiones inocuas que brinda Marruecos, ésta, según pude comprobar en primera persona (en cuerpo y alma) es de las más intensas (pudiendo llegar al paro cardiaco) tanto como de las menos inocuas. Para llevar a cabo la actividad precisamos de una cámara de fotos. Provistos de ella vamos donde el rey Mohamed (al palacio) y deambulamos por las inmediaciones, cruzando arco tras arco tras arco tras arco de la infinita muralla de piedra, toscamente recubierta de pintura… ¿roja?, ¿rosa?, ¿salmón? (nota mental, nada de pescado), sin sacar una sola instantánea porque, y ustedes lo comprobarán, no hay nada que pudiera interesar a nadie, ni tan siquiera al turista profesional. Éste, capaz que ante la muralla que sigue y sigue arco tras arco tras arco tras arco, llegado un punto de saturación, próximo al fallecimiento, emitirá un apenas audible bufido de fastidio. Nosotros (las personas normales que estamos en Marruecos vaya usté a saber por qué pero que no queríamos ir, estamos deseosos por regresar y “que me aspen” si pensamos volver algún día), varios cientos de metros de muralla y varias decenas de arcos antes (arcos de medio punto, no piensen en polilobulados ni nada por el estilo), hastiados hasta la náusea, preguntándonos, por enésima vez, “¿qué hago aquí?” o, en su versión yanqui-cinematográfica, “¿qué he hecho yo para merecer esto?”, ya estamos en disposición de iniciar el juego. Previamente habremos tenido que dar con el acceso a palacio por casualidad (no habiendo otra forma de dar con él pues no existen mapas, en Google aparece como una mancha negra, y los propios del lugar ¡andan que te van a saber orientar ni van a tener voluntad de hacerlo!), una vez allí hemos de hacer gestos ostensibles de buscar en nuestro bolso de mano (si desapareció nuestro bolso de mano hete aquí que ha dado comienzo un nuevo juego: “ahora vas y reclamas a las autoridades”, ja, ja. Observación: este juego sólo es divertido para los espectadores no allegados al jugador), cuando advertimos que los guardias de seguridad fijan su inquisitiva mirada en nosotros es hora de sacar la cámara, apuntar el objetivo hacia cualquier parte (aunque el juego es tanto más divertido cuanto más se orienta el foco a la puerta de palacio) y disparar. Hecho esto se aconseja “salir cagando leches”, “huir a toda ostia” o, en su modalidad refinada, “poner pies en polvorosa” diciendo “pies para que os quiero” y abandonar el recinto, la ciudad y el país “como alma que lleva el diablo”. Voluntariamente o contra nuestro interés, ya sea producto de la fatalidad o porque nos disuaden los primeros tiros que pasan silbando relativamente cerca (no olvidemos que la destreza del francotirador nos hará parecer Neo frente a sus balas) si nos atrapan se aconseja, retrospectiva y encarecidamente, cámara digital, cosa de que podamos, ante la atenta, atónita y desmayada mirada de nuestro captor mostrarle, bien a las claras, que hacemos desaparecer, como por arte de Alá, la imagen tomada. En la versión con cámara réflex del juego, no pudiendo suprimir la foto de forma instantánea, la cosa termina con la Nikon siendo pisoteada por el gendarme mientras invoca “aaaaaaiiiiiaaaammmaaaaa”.

(Ni que decir tiene, de esta actividad no queda registro gráfico)

¿Así y todo quieren ir a Marruecos?, vayan. Por mi experiencia sé que “hay gente pa’ tó”. Yo, personalmente, no sé qué decirles. Bueno sí, que a mi vuelta elaboré una lista de las cosas que no pienso volver a repetir. La que ahora pongo en el conocimiento de ustedes:

. No teñirme el pelo de rubio.
. No aproximarme a un niño antes de preguntar “¿vomita?”
. No agarrar fragmentos de algo que “pudiera ser madera” antes de efectuar las pertinentes pruebas químicas y confirmar que, efectivamente, es madera (porque pudiera ser mierda de caballo reseca a la orilla del mar).
. No volver a teñirme el pelo de rubio ¡otra vez!
. Ni muerto, volver a Marruecos (bah, “ni muerto”, es un decir).
. No volver a enfermarme de algo que requiera el empleo de inyecciones para su cura (tajantemente prohibido).
. Para otra vida: no volver a nacer.
. Para otra vida (si no queda más remedio): no volver a nacer heterosexual ni en una familia de clase media (baja).

5 comentarios:

Silvi dijo...

podes creer? me dicen "no vaya a este sitio, no recomendado" mmm
bue: y de loo baños? no dice nada. Mrruecos está como punto a ser visitado igual que Paris pibe asi que podes hablar hablar y na, igual me voy para allá.escuchás? si.(a menos que digas que los bañso se parecen alos "bolivianos" ahi lo pienso un poco..)

Sr. Bardallo dijo...

Acá no se bañan, ¿entendés? NO-SE-BA-ÑAN. Y si no se bañan ¿cómo quiere usté que tengan baños?

Supongo que confunde Marrakech con otro sitio, Estambul, Damasco quizá. Pero ¿acá?, todo lo más te podés revolcar en un charco (pasadas las ocho de la tarde).

Pd. Ojo con los bolitas, una nación emergente.

a gus ti na dijo...

sos malvado... ya vas a ver... a agustina nadie la deja con intriga!

Amelie dijo...

vivan las posdatas al principio! :D

Sr. Bardallo dijo...

Vivan las posdatas doquiera que estén.

Y ¡viva!, aún más, el punto final de los finales sin más puntos suspensivos.

A mí (se ve que usté piensa de otra forma) lo de comentar post con meses de retraso... me parece una informalidad.

De acá a no mucho le daré la oportunidad de ser puntual.

Saludada queda.